Buenos días familia

¡No es cosa de niños!

Creo que coincidiremos todos en que no hay cosa peor que no poder entender qué les preocupa a nuestros hijos. A medida que se hacen mayores se cierran emocionalmente, y si bien de pequeños podíamos entenderlos como un libro abierto, o aparecían gritando a los cuatro vientos “David me ha pegado!”, cuando crecen todo se complica. Se convierte casi en tarea de CSI descubrir qué les está afectando y entristece.

El tema del acoso es delicadísimo. Aún hay padres que consideran que “son cosas de niños” (seguramente aquellos que no lo han sufrido con sus hijos) y que normalizan una situación, bajo mi punto de vista, inaceptable. Si un niño se queja, se queja. Y no por vicio. Nunca. ¿Qué puede haber detrás de esa queja? Descubrirlo puede ser un verdadero quebradero de cabeza. Dificultades para relacionarse, soledad, falta de autoestima, problemas en casa o acoso escolar.  Es necesario no usar este término a la ligera, ni dejar que nuestros hijos lo usen. Es básico distinguir entre una pelea o riña puntual o el hecho de recibir maltrato físico o psicológico constante y diariamente. Eso es acoso.

Aunque lejos de ser psicóloga, sí que soy maestra, y por mucho que se diga, estas cosas se notan, se sienten… aunque tristemente, no se vean. La cara, la expresión, de ese niño que está pasando una situación así, lo refleja. Y a su vez sus notas, su participación en clase o su comportamiento en casa.

¿En que nos hemos de fijar los padres si creemos que nuestros hijos pueden estar sufriendo acoso? En primer lugar en su comportamiento general, ¿está más triste?, ¿muestra alteraciones anímicas no usuales? ,¿contesta mal?, ¿Sale menos? Los niños que sufren acoso pueden incluso disfrutar del fin de semana y estar relajados y cambiar bruscamente su comportamiento cuando se acerca el inicio de semana.

Por otro lado, en muchas ocasiones los niños acosados “pierden” cosas: equipo de gimnasia, zapatos, pelotas, material escolar, carpetas, libros. Puede ser que una de las formas del acoso sea el esconder continuamente sus cosas o bien quitárselas. Lo mismo puede ocurrir con el desayuno. Por eso es importante ver si físicamente el niño se sigue desarrollando bien.

En casos en que el niño haya llegado a una situación que ya no puede controlar, podemos llegar a ver que éste parece enfermo. Se marea, tiene fiebre, le duele el estómago, está cansado porque duerme mal o otros síntomas que a nivel médico no nos dirían nada pero que detrás esconden el “deterioro” emocional que está sufriendo este niño y que está somatizando sin darse cuenta.

¿Llegado este momento qué hacemos? CREER. CONFIAR. Y APOYAR. Como ya he dicho la queja o la manifestación de algún problema esconde algo a solucionar y el niño ha de encontrar cobijo en la familia. Si se consigue estar a su lado lo más probable es que éste se sienta más cómodo para expresar y comunicar sus sentimientos y lo que está viviendo. Aun así hay casos en los que se deberá recorrer a algún especialista, a poder ser con el consentimiento del niño, para poder “rearmar” a este niño y dar con el orígen de su malestar antes que sea tarde.

Jugar a pelota es cosa de niños. Reírse de los compañeros no lo es. Nunca.

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